En la clase de matemáticas se me pasó por la mente la aplicación de ciertas ecuaciones trigonométricas en la realidad. Filosofando, como lo hacían los grandes pensadores de la Antigua Grecia que conocían ciencias tan abstractas como las matemáticas, filosofía, astronomía, física, química y otros tantas más, las cuales servían para el desarrollo de la mente, para que ésta esté preparada para cualquier desafió de la vida material así como inmaterial. Pero weno eso es harina de otro costal.
En el cole nos enseñan las divisiones de tres (3) cifras, comprobación por la exclusión del nueve, cálculo de un punto equidistante, coordenadas de una hipérbola, etc. la pregunta es ¿en qué la aplicamos una vez que somos bachilleres? ¿acaso nos han preparado para la aplicación en la vida práctica? No lo creo.
Luego de escuchar a un cubano disertante en un seminario extracté unas frases que quedaron grabadas en mi psiquis “…la educación se basa en tres pilares fundamentales, el qué, el cómo y el para qué…” es evidente que en las clases de mate nos enseñaron los dos (2) primeros pero … y el para qué? Mmmmm…
En la Universidad, únicamente (y obligatoriamente) colocan estas materias para realizar un cernimiento de alumnos “aptos” que tienen “sesos” para continuar una carrera profesional.
Un ejemplo claro es el famoso “Teorema de los Senos”, que refiere a que “los lados de un triángulo son prporcional a los senos de los ángulos opuestos” demostrable analíticamente de la siguiente manera:
A = B = C
Sen A Sen B Sen C
Comprensible ¿no? Clarísimo, hasta un niño de 5 años podría entenderle; o como diría el célebre personaje mejicano
Moraleja: estudia matemáticas.