Anoche (25/06/08), y por azares del destino, me aprestaba a llamar a una persona, la intención se desvió hacia un antiguo compañero universitario, cercano, que compartió con muchos amigos de la “camarilla” en diversas oportunidades fuera de las aulas de la Universidad Estatal de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia).
Pues tras una llamada telefónica a su domicilio, me atendió su madre:
- ¿Hola?
- Buenas noches, ¿se encuentra David?
- Mmm… ¿David?
- Sí.
- mmm… ¿Ud. no sabe nada?
- No – totalmente extrañado- ¿qué pasó?- suponía algo grave o en su defecto que se había marchado del país.
- Yo soy su mamá – me responde con voz pausada e hilvanando sus palabras en su mente.
- ¡Ah! ¿cómo está? – le pregunto por pura cortesía esperando ansioso me despeje la duda que se había tejido en mi mente.
- … él falleció hace un año.
Obviamente, quedé completamente frío... como un baldazo de agua helada en la nuca. Me tomó varios segundos caer en cuenta y hacerme la idea, fugazmente, que uno de mis mejores amigos ya no estaba con nosotros. Un trece (13) de Junio de 2.007 la Divinidad se lo llevó… luego de un ataque de “meningitis” (fiebre incontrolable que termina ocasionando daños severos a nivel cerebral).
La ironía se sostienes, y de la que me podrían preguntar, si es que era uno de mis “mejores amigos” ¿cómo no supe nada de él en un año? ¿Dónde estaba yo hace un año atrás? ¿qué hice en todo este tiempo para no saber nada de mi “amigo”? ¿Es así como se tratan a los amigos en vida? Y ahora que no está aquí ¿recién me acordaré de él y lo llevaré en la memoria? No es justo o no es ético… no tengo muchas palabras para describir este desaire cometido por mí…
En estos últimos días me he venido realizándome una cuestionante a mí mismo… ¿es mejor vivir la vida tranquilo, sin apuros, poniéndome colonia sólo para asistir a fiestas en fechas especiales o es mejor echarse esta colonia todos los días creyendo que cada día es tan importante como el anterior o el siguiente o como si fuese el último?
A partir del anterior artículo (post) que escribí (SAW), estoy tratando de ver la vida de otra manera, tratando de disfrutar lo mejor que puedo y si debo sufrir o lamentarme por algo sólo hacerlo en ese día y no “cocinarme el cerebro” en los días posteriores.
Hice la promesa mental de, por lo menos, visitar su tumba, aunque sé que él no mora en un camposanto, pero lo haré sólo en esta ocasión (aún yendo en contra de mis principios filosóficos) y ojala alguno de mis amigos, que lea este afligido artículo virtual, que lo haya conocido en su momento. De hecho, terminé yendo al "Parque del Encuentro", lugar de su última morada (terrenal) en compañía de Edmundo y Aníbal, dos de sus, también, buenos amigos, en una confusa y jocosa indicación por la dirección exacta, quizás como lo hubiese disfruta el mismísmo David (según Aníbal).
David Román Algarañaz, un viejo amigo que conocí a mediados de octubre de 1.999 en la materia de “Psicología Industrial y Social”. Famoso y privilegiado por tener una oído muy fino al momento de escribir centenares de letras de canciones en inglés, sin haber pisado algún instituto de idiomas o haber estado en un país de habla inglesa. De ingenio veloz en las charlas sociales cotidianas que se convertían en humor y bufonerías (muchas veces sin sentido), como cuando escribió su magna obra titulada “Pueblo Depravado II”, en la que dejó volar su imaginación mezclando una serie de personajes diversos tales como Don Sinforoso, Snoopy, el Correcaminos, Pedro Picapiedra, Depredador y otros más. Estudiante como cualquier otro, egresado de la carrera de Economía, y pretendía seguir la carrera de Derecho, gracias a los trabajos que decía realizar junto a su tía en el Palacio de Justicia.
Sólo me queda despedirme de ti y "lo siento, viejo” … por no acordarme de vos antes…
Pues tras una llamada telefónica a su domicilio, me atendió su madre:
- ¿Hola?
- Buenas noches, ¿se encuentra David?
- Mmm… ¿David?
- Sí.
- mmm… ¿Ud. no sabe nada?
- No – totalmente extrañado- ¿qué pasó?- suponía algo grave o en su defecto que se había marchado del país.
- Yo soy su mamá – me responde con voz pausada e hilvanando sus palabras en su mente.
- ¡Ah! ¿cómo está? – le pregunto por pura cortesía esperando ansioso me despeje la duda que se había tejido en mi mente.
- … él falleció hace un año.
Obviamente, quedé completamente frío... como un baldazo de agua helada en la nuca. Me tomó varios segundos caer en cuenta y hacerme la idea, fugazmente, que uno de mis mejores amigos ya no estaba con nosotros. Un trece (13) de Junio de 2.007 la Divinidad se lo llevó… luego de un ataque de “meningitis” (fiebre incontrolable que termina ocasionando daños severos a nivel cerebral).
La ironía se sostienes, y de la que me podrían preguntar, si es que era uno de mis “mejores amigos” ¿cómo no supe nada de él en un año? ¿Dónde estaba yo hace un año atrás? ¿qué hice en todo este tiempo para no saber nada de mi “amigo”? ¿Es así como se tratan a los amigos en vida? Y ahora que no está aquí ¿recién me acordaré de él y lo llevaré en la memoria? No es justo o no es ético… no tengo muchas palabras para describir este desaire cometido por mí…
En estos últimos días me he venido realizándome una cuestionante a mí mismo… ¿es mejor vivir la vida tranquilo, sin apuros, poniéndome colonia sólo para asistir a fiestas en fechas especiales o es mejor echarse esta colonia todos los días creyendo que cada día es tan importante como el anterior o el siguiente o como si fuese el último?
A partir del anterior artículo (post) que escribí (SAW), estoy tratando de ver la vida de otra manera, tratando de disfrutar lo mejor que puedo y si debo sufrir o lamentarme por algo sólo hacerlo en ese día y no “cocinarme el cerebro” en los días posteriores.
Hice la promesa mental de, por lo menos, visitar su tumba, aunque sé que él no mora en un camposanto, pero lo haré sólo en esta ocasión (aún yendo en contra de mis principios filosóficos) y ojala alguno de mis amigos, que lea este afligido artículo virtual, que lo haya conocido en su momento. De hecho, terminé yendo al "Parque del Encuentro", lugar de su última morada (terrenal) en compañía de Edmundo y Aníbal, dos de sus, también, buenos amigos, en una confusa y jocosa indicación por la dirección exacta, quizás como lo hubiese disfruta el mismísmo David (según Aníbal).
David Román Algarañaz, un viejo amigo que conocí a mediados de octubre de 1.999 en la materia de “Psicología Industrial y Social”. Famoso y privilegiado por tener una oído muy fino al momento de escribir centenares de letras de canciones en inglés, sin haber pisado algún instituto de idiomas o haber estado en un país de habla inglesa. De ingenio veloz en las charlas sociales cotidianas que se convertían en humor y bufonerías (muchas veces sin sentido), como cuando escribió su magna obra titulada “Pueblo Depravado II”, en la que dejó volar su imaginación mezclando una serie de personajes diversos tales como Don Sinforoso, Snoopy, el Correcaminos, Pedro Picapiedra, Depredador y otros más. Estudiante como cualquier otro, egresado de la carrera de Economía, y pretendía seguir la carrera de Derecho, gracias a los trabajos que decía realizar junto a su tía en el Palacio de Justicia.
Sólo me queda despedirme de ti y "lo siento, viejo” … por no acordarme de vos antes…
"Quietos yacen los restos entre los jardines, mientras el alma vuela a la voluntad de la Divinidad"
¡PAZ EN TU TUMBA DAVID!